MADC, Sala I: ¿Redes carceleras?
La nueva muestra en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) “Encuentros: Poéticas del duelo y la regeneración”, en la mirada crítica de Sofía Villena -nueva curadora-, conforma una trama en el espacio articulada, nítido a la percepción del espectador quien entra dispuesto a bregar en las teorías actuales del arte, lo que la curadora llama “afinidades simbólicas”, para asirnos al tiempo y al suelo que nos sostiene: Una Centroamérica que está en los fondos de la colección la cual se hace desde la apertura del museo en 1994, con algunxs invitadxs a esta propuesta.
Apenas entrado al constructo del museo (“espacialidad” de vectores, coordenadas y ordenadas), encienden el efecto de las redes o mallas, y uno como espectador se siente afectado e invade una especie de discernimiento para comprensión y reto estimulado por la táctica de la curaduría-, que se propone orientar nuestros pasos al recorrer la gran sala.
En el texto curatorial, Villena, traza estas pistas para navegar, como observadores de la muestra nos disponemos a nadar a contracorriente en las aguas insondables de la interpretación. Refiriendo a lo que nos disponemos a experimentar, dice:
“Sus temas oscilan entre el duelo y la regeneración, el olvido y la memoria, la oscuridad y la luz, la realidad y el sueño, el aislamiento y el contacto”. (Villena 2024)
La acción en la cual va a incurrir la mirada, mediada por esas tramas que cuelan, discriminan “cinco afinidades simbólicas”, orientan ante el enigma de conprender los significados de este marco estético. Sofía habla de “índice, umbral, ninfas, tramas y capullos”, y algo que advertí de inmediato al ingresar a la sala, y lo refiero con sus propias palabras: “cada obra abre ineludiblemente una fuga poética que escapa el discurso curatorial propuesto”.
O sea llegamos a sentir, a cerrar los ojos al mundo, al contraespacio del museo minado por la calle, para adverir el gesto pulsional, la sonoridad de la poesía circundante, y una luminosidad que converge en nuestra sensibilidad sedienta de cultura, disponiéndonos a abrir los poros a la percepción.
La muestra curada por Sofía es un paisaje de vectores, de juegos espaciales de horizontalidad, verticalidad y diagonales (las telas azules que rompen el ordenamiento de la retícula, signo del océano a nadar a contracorrinte, de manera que desde el punto de entrada, mi mirada fue conducida hasta el fondo, donde se aprecian tres fotografías de Cecilia Paredes de parajes interiores que no vemos pero nos regeneran.
Nuestro visor es sometido a un contraste de dirección, con la pieza “Te tuve, te perdí” 2002 de Alvaro Gómez marcando lo alto y lo bajo, como aquellos discursos de los noventas que abrieron las puertas al arte contemporáneo en el terreno internacional y que llegaron al puerto del MADC. Suma el círculo de zapatos Mándala 1 del salvadoreño Walterio Iraheta, 2007, u otras acentuaciones que se salen de esa “geometrización” de hilos conectores de la museografía, e inspiran la poética del tiempo con las fotografías de la cubana Marta María Pérez Bravo, “Si van a un cielo I y II”, 2001, y Sandra Eleta de Panamá, “El ángel de la estacada en las aguas del Cascajal II” 2001, puntos de reposo e inflexión entre esas aguas agitadas, como diría el poeta de la isla caribeña de Martinica: “un mar a atravezar”.
Repasando el texto de la curadora, en su texto, acota: Tramas utiliza el tejido como metáfora de paciencia, cuidado y una vulnerabilidad compartida como una condición de solidaridad. Reflexiona sobre la vida como un entramado de los actos creativos con el mantenimiento diario de los vínculos”.
Hay una pieza en la muestra. de Erika Muralles de Guatemala, que es una retícula o red que nos cuela o nos atrapa como al pez, y al tratar de percibirla nos percatamos que las redes ordenan la energía de lo intangible, cuelan el espacio con nosotros dentro, y auque es casi transparente, ingrávida e inmaterial, al ser ilumunada la red aroja sombras, con la connotación que conlleva este aspecto de la luz, que aveces tiene que ver con la muerte, con el duelo, con la calle y el significado de desamparo, libertad mediada o carcel virtual connotación que tienen los estratos más bajos e hundidos de la urbes actuales que impelen a la discordia. Pero. hay algomás respecto a las redes que nos conectan a desavenuencias como la pesca de arrastre en las costas, que aunque surten de alimento, destruyen los tesoros de los fondos marinos.
También nos mueve a reaccionar esas tres telas azules -ya mencionadas de Ingrid Cordero-, colgantes con agujeros para dejar pasar el viento y dispuestas en diagonal, de tituladas “Inmersa Motora” 2021, subvuierten agregando el contraste de direcciones y son insondable provocación a merced de los vientos o la inundación, noción de la isla en el Caribe que agita los vientos del ciclón, motiva a recordar a Dulce María Loynaz (Cuba 1902-1997): “Rodeada de mar por todas partes, soy isla asida al tallo de los vientos... Nadie escucha mi voz, si rezo o grito: puedo volar o hundirme... Puedo a veces, morder mi cola en signo de infinito”. Una libertad carcelera como es la política de algunos países cercanos a nuestras geografías pero a la vez lejanos por esas prácticas nada democráticas.
Dichas mallas o redes comparten de alguna manera por lo menos en mi reflexión acerca de esta propuesta del MADC, el efecto de los moldes, y con esto cerrar mi comentario, vuelvo a citar a la sociología de los años setentas del siglo pasado, y en particular “El Fetiche Urbano” de Mitscherlich (1968), que en tanto son hormas de dura materia, hechas por nosotros mismos, pero que nos moldean o nos hace en esa interacción simbólica curada por Sofía Villena.
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