El Museo del Sabanero

El Museo del Sabanero es una metáfora del tiempo, casa donde habitó; es una muestra de objetos, muebles, herramientas, u otros testimonios de la cultura material vernácula expuestos en el Museo de Guanacaste de la ciudad de Liberia. 

Atañe a la memoria de un saber común del trabajador de las fincas que atendían al hato de ganado, buscaba los mejores pastos para alimentarlo. Además de protegerlo de la depredación lo conducía a los bebederos de agua con la tarea de multiplicarlo, hacer crecer las riquezas de las fincas. Eran individuos que sabían preparar el apero al caballo, subir y amarrar la silla de montar, preparar la alforja donde llevar lo indispensable para la rutina y colocarse a sí mismo las espuelas listo para enfrentar la jornada. Desde esta perspectiva las sabanas representan la existencia: dar cara a la vida y resignificar dicha metáfora de la trifulca cotidiana. 

Instalación de la casa del sabanero, de la artista Karen Clachar, 2024.

Hoy todo se transforma y esa fue una memoria huidiza de un ayer que empezó a desdibujarse con el auge del mercado global, metamorfosis que trajo el siglo XXI y tercer milenio de esta er: un individuo como todos que sabía hacer bien su trabajo en el campo, en la pampa, en la bajura 8estar en la lucha tenaz de fecunda labor, como dice nuestro himno nacional) y arrear a veces el ato en largas distancias con sabiduría, eran ancestros que sabían del influjo de la luna, de defenderse a puro machete, de las herramientas para cultivar la milpa, y de la casa del hacendado terrateniente; sabía de las hiervas sanativas, y al atardecer poniendo fin a la jornada, sentarse en el zaguán de la casa a tocar guitarra o deleitar el oído con las tonadas con el tremar de maderas y el bajo continuo del quijongo y la marimba.

La instalación de Karen Clachar graba la huella del sabanero que es más que estampar la horma, la piel y forma que eterniza y que en tanto materia dura del mundo nos vuelve a hacer, como aquella mano de Escher (1949, circa) que se dibuja a sí misma.

Me viene a la mente el travieso genieillo interior que porta don Rafael Angel Zúñiga, que le aviva al colectar todas esas memorias en sus travesías por largos caminos empolvados en los cuales colectaba esos objetos que nos evocan las vicisitudes y contingencias del día a día: La Trifulca del ser que es para valientes, pues de otra manera en la espiritualidad se dice que al tibio o flojo, ni Dios lo quiere.

Entonces esta exhibición en el Museo de Guanacaste refiere a personas de valor, a individuos con agallas y bien intencionados pero que también son fieros en la crítica o en la pelea por lo que es suyo, como la memoria.

De manera que al recorrer esta sala del sabanero guanacasteco, tuve muy presente a "Pellejo de lora", con su andar en esas largas sendas, atesorando sus objetos similares a los expuestos. O recordar a doña Zeneida Grijalba de San Vicente de Nicoya cuando me relataba su infancia al lado de su padre quien para superar el "estar en la bajura y buscar superarse" llenaba el carretón de lozas (de barro nicoyano y empezaba a atravesar aquellas largas vías bajo el tórrido sol guanacasteco. 

Sumido en el espíritu de la muestra del sabanero en el Museo de Guanacaste, record{e a mi amigo el finado don Félix Molina de Veintisiete de Abril, y sus relatos de antaño, cuando su pueblo se llamaba "El Gallo" punto de reposo y alimentarse luego de andar la zona costera intentando llegar a la ciudad de Sanata Cruz,

Me dejé engullir por la memoria en el espacio de un dormitorio de la casa de un hacendado, recordé aquella vieja casona de madera de Santa Bárbara de Santa Cruz, de tablas añosas que no conocieron pintura ni barniz, solo polvo y aguacero.

Ahi están. como dije dos instalaciones sobre las huellas del sabanero de Karen Clachar, que evidencian el nexo entre el ser y la tierra, el origen del ritual en el cual devolverse al útero del mundo de donde fuimos paridos, porque somos tierra y agua vital que riega el surco para que el grano de maíz se abombe y surja el retoño donde y cuando nadie lo espera. Ese ritual de la artista guanacasteca rememora la cueva existencial a la cual deseamos volver, dar nuevos pasos en el barro significa encontrarse, reconocer el latir, nuestra luz, suelo en el cual hundir el órgano viril y escuchar sonoridades a maderas del Enterolobium cyclocarpum con sus chorejas símbolo de esta provincia donde está depositada la semilla, el semen de esta cultura que resurge en un deleite pulsional que sale de la entraña y trueca su forma y espacio en una sala del sabanero.